Friday, September 12, 2014

Gus y yo


Gustavo Cerati llegó a mi vida en una etapa crucial: la transición de high school a universidad.

En ese momento, yo tenía 18 años. Faltaban par de meses para graduarme de escuela superior en el 2002. Un día, hablaba con un muchacho por ICQ. De repente, él me envió el mp3 de la canción “Bocanada” y me pidió que la escuchara. El darle clic al botón de play cambió mi vida.

Me sorprendí de principio a fin. Nunca había escuchado algo así. Últimamente estaba escuchando algo de rock en español, pero esto era distinto. La voz era deliciosamente seductora, algo etérea. Los arreglos musicales y vocales eran como los de un bolero, pero del nuevo milenio. Los coros de fondo eran fantasmagóricos. La letra era sofisticada y profunda. Me enamoré de la voz, pero mi joven mente no pudo evitar la suposición superficial de que lo más seguro Gustavo Cerati era feo, pues hay buenos cantantes que no necesariamente se considerarían como “guapos”, lo cual realmente es algo subjetivo y sin importancia. Anyway, curiosa por comprobar esto, busqué fotos de él en Internet. ¡Qué equivocada estaba!

Me enamoré de sus ojos azules y tiernos, pero desafiantes; del abundante pelo negro; de sus facciones; de todo. Desde ese momento, Gus se convirtió en mi ideal de hombre en cuanto al físico y al talento. En ese instante, dejé atrás los rubios de boy bands y de Hollywood. También fui dejando atrás la música que más solía escuchar, como la de los Backstreet Boys y Ricky Martin, pues empecé a tomar un rumbo musical distinto. Buscaba algo que me satisfaciera de manera más constante y que me ayudara a conectarme más con el lugar al que pertenezco: Latinoamérica. No me satisfacía lo que escuchaba mi generación en la radio comercial. En aquellos años había empezado a refugiarme en otros géneros: el pop y New Wave de los 80, el rock clásico en inglés y el rock en español. Era la prueba inequívoca de que no solamente estaba madurando en edad, sino en mente, en sentimientos y en gustos. Fue así como mi obsesión por Cerati comenzó.


Empecé a bajar otras canciones que me recomendaban de su etapa solista y de sus años en Soda Stereo. Con cada tema me enamoraba más: “Lo que sangra (la cúpula)”, “En la ciudad de la furia”, “Cae el sol”, “Sweet Sahumerio”, “Puente”, “Te llevo para que me lleves”, "En remolinos", entre otras. Cada canción narraba una historia fascinante y visualmente rica. Gus me enamoraba cada vez más con sus metáforas eróticas. Siempre me ha fascinado su talento para escribir sobre sexo sin caer en clichés o en vulgaridades. Ahora que lo pienso, creo que lo hacía desde una perspectiva más espiritual, pero sin ponerse en un angustioso hippie mode.

Cerati fue mi rite of passage musical. Hasta el día de hoy me siento muy afortunada pues, lamentablemente, no muchos tienen esa experiencia. Además, yo no tenía un cool older brother que me pasara música brutal, por lo que esto parece un golpe de suerte, aunque no creo mucho en las coincidencias.

Unos meses después, empecé a comprar discos de Soda y Cerati. Empecé con el compilado de éxitos titulado “Chau Soda”, en alusión a la despedida de la banda en 1997. Luego fui comprando los demás y seguí descubriendo canciones. Más tarde, pude llevármelos a la universidad, pues mis papás me regalaron lo que tanto ansiaba: un CD player portátil. En mi segundo año de bachillerato tenía muchas horas libres entre clases, así que me sentaba a escuchar música en mi spot preferido: una esquinita en un pasillo de la Facultad de Humanidades, en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Lo más que escuchaba era Soda y Cerati. Hay canciones específicas que recuerdo haber escuchado en ese pasillo y que relaciono con mi años en la UPR, como "Ángel eléctrico", "Ahora es nada", "Mundo de quimeras" y "Rombos". Mientras Gus me cantaba, yo hacía mis asignaciones de francés o veía a los estudiantes y profesores pasar de un lado a otro. Fue así como las canciones de Soda y Gus empezaron a convertirse en el soundtrack de mi vida. Incluso, varias formaron parte de los CDs que yo grababa con música variada parlas fiestas que hacía en casa. Nunca faltaban canciones como "Persiana americana" o "¿Por qué no puedo ser del jet-set?". 


En varias ocasiones lamenté no haber nacido antes o no haber descubierto esa música en mi temprana adolescencia. Sin embargo, algo que he aprendido es que hay música que llega a la vida de uno en el momento indicado, en el tiempo en que estamos listos para acogerla y valorarla. Mi recuerdo más remoto de Soda fue para el 1996 o 97, cuando en el canal de videos musicales The Box pasaban “Ella usó mi cabeza como un revolver”. Yo lo ignoraba porque andaba más pendiente a las Spice Girls, pero logró ser memorable y se quedó en mi cabeza. Aparte de eso, sólo los conocía de nombre, pues la radio comercial de Puerto Rico también optó por ignorarlos al igual que yo. Lo único es que yo tenía 13 años. Los de la radio, no.

Al menos pude ser testigo de gran parte de la etapa de solista de Gus con el lanzamiento de sus discos del 2002 al 2009. Incluso, tuve la maravillosa oportunidad de verlo en vivo la segunda vez que vino con su gira Ahí vamos. El 27 de abril de 2007, en el Coliseo Roberto Clemente, en San Juan, lo tuvimos sólo para nosotros. Recuerdo que, para comprar mi boleto ubicado en arena, usé parte de mi primer cheque de mi trabajo a medio tiempo. Esa ha sido la mejor inversión de mi vida, una que el tiempo jamás podrá desgastar ni destruir.


Aquella noche yo no podía creer que estuviera a unos pies de mi ídolo, de mi crush, de mi poeta argentino, de uno de mis dioses musicales. ¡Respiramos el mismo aire! ¡Yo escuché sus acordes en vivo! ¡Nos cantó en vivo! ¡Pude grabar su voz con mi celular! Fue algo tan hermoso y emocionante, que todavía se me hace difícil buscar las palabras precisas para describirlo. Estuve como por dos semanas hablando del concierto. En fin, es una de las mejores noches de mi vida. Yo no quería que terminara esa noche. Todavía no quiero que termine.

Dos años después, cuando se publicó Fuerza natural (su último disco), ya tenía mi plan trazado: ahorraría suficiente dinero para comprar un boleto en primera fila para su próxima gira. Esta vez yo tenía que estar más cerca de él y sin mares de cuerpos entre ambos. Quería tener la posibilidad de intercambiar una mirada con él, de que al menos supiera por un segundo que yo existía. Con eso me hubiera conformado. Lo menos que yo imaginaba era que no lo volvería a ver ni tan siquiera en la tele.


Ya ustedes saben el resto de la historia. Más de cuatro años de espera, de agonía. Todos los días me acordaba de él y los suyos, quienes sufrían cada minuto. El mundo seguía girando. Todos seguimos creciendo y viviendo. Otros se fueron en el camino, como Luis Alberto Spinetta, una máxima figura del rock en español y el ídolo músical de Cerati. Ambos cosecharon una amistad y compartieron escenarios. Cerati hasta hizo covers de sus temas. Tristemente, Spinetta se fue del mundo con la incertidumbre de saber si Gus volvería, mientras que Gus se fue sin saber que su ídolo había enfermado y desaparecido.

Por los datos científicos y por la situación delicada, sabía que la posibilidad de que Gus despertara bien o de que tan siquiera despertara era imposible. No obstante, en lo más profundo tenía la esperanza de que algo mágico sucediera y Gus despertara con buena salud para que siguiera adelante con su vida. Al final, todos somos humanos y, por más que uno luche por ser realista, siempre tenemos la esperanza de que todo tenga un final feliz.

Yo siempre pensé que estos cuatro años me habían preparado para lo peor, pero también me temía que en el desenlace eso se vendría abajo. Así fue.

Sucedió el 4 de septiembre, un mes cargado de tristezas históricas y personales, incluyendo la partida de mi abuela materna hace 16 años. Leí la noticia en mi teléfono, en Twitter. Estaba en mi cuarto. Lo único que alcancé decir fue “no”. Lloré con dolor, como si hubiera perdido a alguien con quien compartía en persona. Aunque Gus realmente se había ido hace cuatro años y yo no estaba muy de acuerdo con mantener una vida en esas condiciones, su partida física era la confirmación absoluta de que aquello mágico que esperábamos ya no ocurriría. También fue una confirmación de que ya él no volvería a grabar un disco, que no escucharía canciones nuevas de él, que no lo vería en videos nuevos y que no volvería a verlo en vivo. Tampoco podría conocerlo, darle un abrazo o decirle lo mucho que significaba su música en mi vida. Ese cuarto día de septiembre, ese jueves, Buenos Aires se veía tan susceptible, como describía Cerati en el tema "En la ciudad de la furia".



Cuando mi familia y yo tuvimos que sacrificar a mi perrita en marzo del 2007, en esos días escuché mucho la canción “Adiós”, de Ahí vamos. La partida de mi "cabecita de melón", como le decía de cariño, me dolió muchísimo y esa canción fue una de las cosas que me ayudó a superar ese doloroso episodio. Versos como “Pones canciones tristes para sentirte mejor”, “Del mismo dolor vendrá un nuevo amanecer” y “Poder decir adiós es crecer” resonaron en mí. Era como si Gus me estuviera hablando, como si me estuviera consolando y ayudando a crecer. Y eso es precisamente lo que Gus me ha enseñado en estos doce años de seguirlo: a crecer. Esa canción junto a otras de Soda y de él me han servido de elixir en otros momentos de tristeza y desilusión. Empecé a crecer a los 18 años con su música al graduarme de high school hasta el día de hoy, en mis 30. Hoy escucho "Adiós" para calmar un poco el dolor de haberlo perdido. Sin saberlo, Gus nos escribió un pep talk para seguir adelante en varias etapas, desde superar desamores hasta aliviar el dolor de una pérdida. Gus me sigue hablando, me sigue haciendo reír y llorar, me sigue haciendo cantar y sentir que soy una rock star al imitar sus acordes con mi air guitar.

Aunque ya no esté en cuerpo y alma, la historia entre Gus y yo seguirá. A través de los años y por mis experiencias vividas, he podido identificarme poco a poco con sus canciones y entenderlas mejor. Por ejemplo, "Corazón delator" es el himno oficial del no poder ocultar lo que sientes por alguien, "Beautiful" es el tipo de canción que escuchas cuando tienes un nuevo crush, "Planta" es la canción perfecta para irse en un viaje musical y "En camino" sirve de motivación para seguir adelante luego de alguna situación dura. Aún falta mucho por recorrer, y sé que con el paso de los años seguiré descubriendo y redescubriendo letras con las cuales identificarme. Su música seguirá sonando en mí y ayudaré a que suene en futuras generaciones.

Gracias por acompañarme en momentos alegres y tristes. Gracias por iluminarme con tus ojazos azules. Gracias por ayudarme a crecer. Gracias totales, Gus. Te querré siempre.

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