Por primera vez en Puerto Rico sube a escena La jaula de las locas, una adaptación de La cage aux folles (1973), obra musical del dramaturgo francés Jean Poiret. Por espacio de casi tres horas, los espectadores fuimos transportados a un club nocturno en Saint-Tropez, del cual no queríamos salir.
Tan pronto me enteré hace unos meses de que Braulio Castillo, hijo, y Rafael José serían los protagonistas de La jaula de las locas, supe que asistiría sin falta. ¿Cómo me iba a perder a dos de nuestros íconos ochentosos dándole vida a unos personajes tan queridos y fabulosos? Crecí viéndolos en la televisión, pues de pequeña me encerraba con mi abuela en su cuarto -para evitar que me descubriera mi madre, pues era muy bebé para ver esa programación- a ver la telenovela Pacto de amor, protagonizada por Braulio junto a Millie Avilés y transmitida por Telemundo. A Rafael José lo veía sin falta en El cuartel de la risa, en el desaparecido SuperSiete (“¡Boca ‘e chopa!”). Ciertamente, mis expectativas eran altas, y me complace decir que fueron superadas.
La obra trata sobre Georges y Albin, una pareja homosexual que trabaja
en dicho club nocturno. Georges (Braulio Castillo, hijo) es el propietario del
lugar, mientras que Albin (Rafael José) es artista del transformismo y deleita
a todos al convertirse en Zazá. La vida de ambos se complica cuando Jean
Michel, el hijo de Georges, anuncia su compromiso con su novia, Anne. Esta es
hija de un político ultra-conservador, quien tiene posturas en contra de la
comunidad gay y amenaza con cerrar los clubes nocturnos en donde ellos se
reúnen. La inminente visita de Anne junto a sus padres provoca que Georges y
Jean Michel planifiquen ocultar la extravagante personalidad de Albin, pues Georges
y él criaron a Jean Michel.
A medida que transcurre la obra, vemos la lucha que hay entre Georges
y su hijo para transformar a Albin y hacerlo pasar como el tío macharrán de la familia. A pesar de los esfuerzos de Albin por cambiar aunque sea por un
día, se le hace imposible y lo que logra es aceptarse más a sí mismo y estar
orgulloso de ser como es. Rafael José logra transmitirnos el dolor que siente
Albin no sólo con su actuación, sino al cantar. Su interpretación nos recuerda
su talento en la canción, el cual deberíamos tener la oportunidad de escuchar
más.
La actuación de Braulio Castillo, hijo, fue sumamente deliciosa y
hasta enternecedora. Logró proyectar el carisma que el personaje requiere. Sin
embargo, hubo veces en que no se entendía muy bien lo que cantaba. Me encantó
verlo en un papel como este, pues estoy acostumbrada a verlo mayormente en
personajes dramáticos y no tanto en comedia.
Fue
fascinante y refrescante ver a ambos actores en estos papeles, pues no habíamos
tenido la oportunidad de verlos desprenderse de su masculinidad. Lo hicieron de
manera respetuosa y sin caer en la burla. No le quitaron en ningún momento la
humanidad a Georges y Albin/Zazá. De haberlo hecho, se hubiera desvirtuado el
mensaje de aceptación que contiene la obra, el cual ha cobrado más fuerza en
tiempos recientes.
Pero no todo se reduce al talento de los protagonistas, pues el resto
del elenco hizo un trabajo extraordinario. Cabe destacar la participación de
Bryan Villarini en el papel de Jacob, la “mucama” de la casa de Georges y
Albin. Todas sus intervenciones fueron acertadas y llenas de chispa, incluyendo
sus múltiples cambios de ropa “drag”. El actor también fungió como diseñador de
maquillaje y peinados, los cuales fueron impecables y fabulosos. Otras
participaciones que deben destacarse son las de las “cagelles",
interpretadas por un grupo talentosísimo de hombres que supieron honrar ese
título con sus voces y las coreografías, montadas por Carlitos Hernández.
La música en vivo fue otra protagonista. El excelente trabajo de
Aidita Encarnación en la dirección musical quedó demostrado en la labor de los
músicos y de los actores al cantar. El sonido estuvo limpio y las melodías fueron
perfectamente ejecutadas.
La jaula de las locas nos deja
con ganas de más por lo completa y magistral que estuvo. Esta servidora quería
quedarse en la jaula para siempre, transformarse en una de las cagelles e
intercambiar risas entre copas con Georges y Albin. O, al menos, seguir siendo una
espectadora, pues el transformismo es un arte que siempre me ha fascinado admirar
y estudiar. Mi deseo es que esta obra inspire a la creación en Puerto Rico de
un club nocturno al estilo La cage aux
folles, pues talento hay de sobra. Y bueno, si ya existe un lugar así,
díganme dónde queda para perderme en él.
*La jaula de las locas continúa presentándose en el Centro de Bellas
Artes de Santurce hasta el 1 de septiembre. Para más información, visita su página en Facebook: https://www.facebook.com/lajauladelaslocasmusical
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